Las aflatoxinas,
son unas toxinas producidas por hongos microscópicos del género Aspergillus que
fue descrito por primera en 1729 por Micheli, quien al comprobar que se
parecía a un aspergillum (instrumento utilizado para dispersar agua bendita),
le dio este nombre. Se conocen unas 900 especies de Aspergillus, que fueron
clasificadas en 18 grupos, de los cuales, solo 12, producen infección en la
especie humana1.
Este género de hongos, es ubicuo, es decir puede estar
presente en cualquier sitio y se desarrolla de forma extraordinaria, en el
estiércol, vertederos de basuras, vegetales en descomposición, almacenes de
granos (maíz, trigo, cebada, cacahuetes…)etc.. es además un “oportunista”,
porque en personas normales, no produce ningún daño, pero amigos míos, si la
persona está inmunocomprometida (tiene las defensas bajas) por padecer por
ejemplo una leucemia o estar trasplantado, produce infecciones muy graves, tan
graves, que pueden llevar a la muerte. En los hospitales, está muy controlado, sobre
todo en quirófanos de cirugía cardiaca, en habitaciones de enfermos con
trasplante y al finalizar las obras que se hagan en algún área del hospital.
Pero hoy, no hablamos de las infecciones producidas por
estos hongos, sino de otra cosa muy distinta, de las aflatoxinas, os he dicho algo referente a la infección, para que os
vayáis situando un poco, de lo grave que pueden ser estos hongos en determinadas
circunstancias. Dentro de este género, los que producen aflatoxinas, son las especies, flavus,
niger y parasiticus2
También producen aflatoxinas
otros hongos, por ejemplo, algunas especies del genero Penicillium9-30-31-32
, que también se encuentra en todas partes y es quizá el más abundante
del suelo. El Penicillium, prolifera fácilmente en los alimentos almacenados. Algunas
especies son beneficiosas y se utilizan para fabricar quesos, como el
roquefort, camembert u otros (que la verdad están muy buenos, por lo menos a mí
me gustan), o más beneficiosas aún, a
partir de la contaminación de unas placas de cultivo por el Penicillium
chrysogenum, fue, como Fleming, descubrió
la penicilina y ¿Cuántas vidas le debemos?. Pero otras especies, como el Penicillium
verrucosum, son perjudiciales, porque forman aflatoxinas y no por
producir infección.
Parece que
aunque la peligrosidad de los alimentos contaminados por mohos, se conoce desde
hace miles de años, la atención que se les presta ahora, nació como
consecuencia de que en el curso de unos meses de 1960, murieron
en el Reino Unido 100.000 pavos alimentados con harina de maní de Brasil y se
descubrió, que este maní, estaba
contaminado por Aspergillus flavus, que
producía una toxina a la que llamaron aflatoxina.
Más tarde se comprobó, que también resultaron intoxicados un gran número de
pollos y patos.
Como hemos dicho
más arriba, el hábitat habitual de los hongos de que estamos tratando, es el
suelo y por tanto, pueden contaminar a cultivos muy diferentes, como cereales,
soja, olivo, nogal, pero también atacan a sus frutos, cuando se encuentran
almacenados, nueces, pistachos, cacahuetes, avellanas, maíz, trigo, arroz, etc.
sobre todo, si se dan unas condiciones especiales: alta temperatura y alta
humedad, como ocurre en ciertos países tropicales de América Latina, de África
o de Asia o incluso en zonas mediterráneas.
Los hongos formadores de aflotoxinas, pueden contaminar a cereales, heno o maní (por
ejemplo) y estos alimentos contaminados, pueden emplearse para nutrir animales, como: cerdos, vacas, pollos, etc si
la contaminación es elevada, pueden enfermar e incluso morir, ya que producen
una necrosis aguda del hígado (destrucción de gran número de células del
hígado). La especie humana, aunque es más resistente que los animales, puede
también intoxicarse al tomar esos alimentos. Si la contaminación no es muy
elevada, puede ocurrir, que la cantidad que se tome de aflotoxinas, no sea muy importante y entonces no se produce ninguna
enfermedad inmediata, pero de forma silente, ocurre una cosa muy importante,
las aflotoxinas, están atacando a
nuestras células, a nuestro sistema inmunitario al ADN, dando lugar a la
aparición de oncogenes (genes responsables de la aparición de cáncer) y
años más tarde, podemos presentar un cáncer
de hígado, que se hará tanto más frecuente, cuanto mayor sea el número de
veces que hayamos ingerido alimentos contaminados por estas toxinas. La misma
secuencia, se puede producir en los animales, la toma frecuente de pequeñas
cantidades de aflatoxinas que contaminen alimentos, puede producirles un cáncer
hepático.
Se sabe, que
existen al menos 13 tipos diferentes de aflatoxinas,
la más toxica es la B1, pero cualquiera de ellas, puede
determinar la aparición de un cáncer hepático, sobre todo en aquellas personas
que padecen una hepatitis B, porque el virus de la hepatitis B (que por sí
mismo puede producir un cáncer de hígado) disminuye la capacidad de las células
hepáticas (hepatocitos) para metabolizar a la aflatoxinas y sus efectos de
malignidad, se multiplican.
Los alimentos que más fácilmente se contaminan ya los
hemos indicado, pero volvemos a insistir en ello:
Cacahuetes y naturalmente el maní.
Crema de cacahuetes. En España, no es frecuente
consumirla, pero en Estados Unidos si debe serlo, al menos, en muchas películas
aparece este alimento.
Pistachos.
Nueces.
Avellanas.
Frutas secas (higos, albaricoques…).
Cereales (maíz, trigo, arroz, cebada….)
La leche puede estar contaminada, cuando los forrajes que
se empleen para la alimentación también lo estén, de todas formas, al menos en
países desarrollados, la cantidad de aflotoxinas que contiene la leche, es muy
pequeña. En un estudio realizado en Taiwan, se comprobó que en la leche de
vaca, aunque esté pasteurizada, pueden existir aflotoxinas M1, si
los animales, han sido alimentados con piensos contaminados por aflotoxinas B1. Aunque la
verdad, es que en ese estudio, de 144 muestras de leche, solo encontraron una
que superaba los niveles admitidos por la Unión Europea25. En otro
estudio similar en Egipto, también encuentran aflotoxinas M1 en
muestras de leche29.
Por lo general, la contaminación por aflatoxinas, está
muy controlada por los organismos sanitarios competentes y los niveles de
contaminación suelen estar por debajo de los 2 a 4 microgramos por kilogramo
(millonésima parte de un gramo), que es lo marcado por la ley, ya que estas
cifras, según los expertos, no tienen peligrosidad3.
La Comisión Europea, ha fijado los niveles permitidos de aflotoxinas en un rango comprendido
entre 4 µg/kg (microgramos por kilo) y 10 µg/kg, en frutos secos, (avellanas, almendras, pistachos, cacahuetes…),
en los cereales, admite como nivel
máximo los 4 µg/kg, excepto en arroz y maíz que admite hasta 10 µg/kg4.
En lo que se refiere a la leche, el nivel máximo permitido es de 50 ng/litro
(ng = nanogramo = milmillonésima parte de un gramo)
Naturalmente, para comprobar si se cumple esta normativa,
existen unos controles, que están regulados en la UE, por el REGLAMENTO (CE) Nº
882/2004 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO.
Ya hemos dicho, que la especie humana es menos sensible a
la intoxicación por aflatoxinas, que los animales. Sin embargo en la India,
Sudeste Asiático y África tropical, se pueden producir intoxicaciones masivas
en humanos, determinando la aparición de hepatitis agudas, agravamiento del
kwashiorkor (desnutrición severa, esos niños que vemos con frecuencia en televisión
y todos decimos ¡que lastima!) y otras enfermedades en las que exista afectación
del hígado y además una elevada tasa de cáncer hepático, puesto que en esos
países se da la doble circunstancia de: gran prevalencia del virus de la
hepatitis B y gran número de
intoxicaciones por aflatoxinas. En
el año 2008 se produjeron en todo el mundo 749.000 casos de cáncer hepático,
120.000 aproximadamente en países desarrollados y 625.000 en zonas del tercer
mundo5.
Para luchar contra la contaminación de los hongos
productores de aflatoxinas, hay que comenzar el tratamiento en la propia planta.
En principio, habrá que utilizar plaguicidas autorizados y después, utilizar
unos almacenes adecuados, porque si almacenamos entre 27 y 40º C, con una
humedad relativa del aire entre 70 y 90 % y la higiene brilla por su ausencia,
el crecimiento de Aspergillus, puede ser extraordinario. Hace relativamente
poco tiempo, el Servicio de
Investigación Agrícola de Estados Unidos (ARS), descubrió otro método de lucha
más ecológico y pudo demostrar, que una levadura, la Pichia anómala, que no me estoy cachondeando, que no es “Picha
anómala”, es Pichia, era eficaz, para evitar el crecimiento del Aspergillus
flavus y no solo en las plantaciones de maíz o pistachos, sino también en el
almacenamiento de frutos secos, ya que esta levadura, es inocua7-33-34.
La bibliografía que encuentro en PUB MED sobre aflatoxinas y cáncer, es numerosa y
prácticamente unánime, su ingestión de forma continuada, puede producir cáncer de hígado.
La afirmación de
que las aflotoxinas, pueden
determinar la aparición de cáncer de hígado,
está apoyada en numerosos estudios, sobre todo en países poco desarrollados,
con clima caluroso y húmedo, como ocurre en extensas zonas de China, India,
otros países de Este Asiático y en
África Subsahariana. Ello se debe a varias causas:
1ª.
El clima es favorable al desarrollo de los Aspergillus y otros hongos.
2ª.
Los defectos de almacenaje son muy frecuentes.
3ª.
La falta de controles sobre los alimentos, para detectar la contaminación.
4ª. La falta de higiene personal y del medio.
5ª. La tasa elevada de malnutrición entre la
población17.
6ª. La existencia entre la población de gran cantidad
de hepatitis B.
Las aflatoxinas, por sí solas, pueden
determinar la aparición de cáncer de hígado, pero, cuando interactúan en
personas con infección por virus de la hepatitis B (que sabemos puede
determinar cáncer de hígado), se potencian entre sí y el número de
hepatocarcinomas que aparece, se multiplica8-11-13-14-18-19-20-21-24-27-28.
En un estudio realizado en China, se ha podido comprobar, que la asociación de
infección por virus de la hepatitis B y elevación de aflatoxinas B1
comprobado en la orina de los pacientes, determina un riesgo de padecer cáncer
de hígado, 60 veces mayor que en la población normal16.
Como
hemos dicho, el número de casos de cáncer
de hígado, se multiplica cuando interactúa el virus de la hepatitis B, con las
aflatoxinas, algunos estudios niegan que esto mismo se produzca con el virus de
la hepatitis C10-12. Pero sí existen publicaciones en las que se
comprueba que también se multiplica el riesgo, en los casos de infección por
virus de la hepatitis C. Un estudio de los encontrados se llevó a cabo, entre
la población Hispana de Texas (Estados Unidos), en la que la ingestión de
aflatoxinas, combinada con la Hepatitis C era el factor de multiplicación de
este tipo de cáncer15 otra, fue realizada en Egipto22 y una
tercera, menciona esta posibilidad sobre todo en países subdesarrollados26
Otra
cosa que hemos de tener en cuenta, es que los niños, son más susceptibles a la
intoxicación y al potencial carcinógeno de las aflatoxinas que los adultos23.
La
relación entre aflatoxinas y cáncer de
hígado, es clara y apoyada por multitud de estudios tanto de laboratorio,
como epidemiológicos, en animales y en humanos, de modo, que ya en el año 1993,
fueron clasificadas por la IARC (Agencia
Internacional para la Investigación sobre el Cáncer), como carcinógenos del grupo 1, es decir, que hay pruebas suficientes que
confirman que puede causar cáncer en humanos.
CONCLUSIONES.
1ª. Las
aflatoxinas, son toxinas producidas
por hongos microscópicos del género Aspergillus y Penicillium.
2ª. La
intoxicación por estas toxinas, puede ser aguda,
produciendo en este caso un daño en el hígado, que es más o menos intenso, según
la cantidad ingerida o puede ser crónica,
por ingestión repetida de alimentos contaminados por aflatoxinas. En este caso, el riesgo de presentar cáncer de hígado es bastante elevado.
3ª. El ganado
porcino (cerdos), bobino (vacas, terneros) y de corral (pavos, poyos etc) son
más suceptibles de enfermar que la especie humana.
4ª. Dentro de
la especie humana, los niños, son más susceptibles que los adultos.
5ª. Los
enfermos con hepatitis B o C, que
ingieren repetidamente alimentos contaminados por aflotoxinas, tienen 60 veces más posibilidad de presentar cáncer de hígado, que las
personas que no padezcan, infección por estos virus.
6ª. La
contaminación de alimentos por los hongos señalados, se produce con mayor
facilidad en climas cálidos y húmedos [extensas áreas de sudeste asiático
(China, India…), Brasil, África subsahariana…..) y/o cuando se mantienen por
largo tiempo temperaturas entre 27 y 40º C y una humedad relativa de 80-85 %.
7ª. Los
alimentos que se contaminan con mayor facilidad son:
Frutos
secos (cacahuetes, pistachos, avellanas, nueces, almendras) y sus cremas (crema
de cacahuetes, avellana).
Cereales
(maíz, arroz, cebada, trigo).
Frutas
secas (higos, albaricoques..).
La
leche si los animales toman alimentos contaminados (de todas formas, la
contaminación es mínima,
8ª. La Comisión
Europea, ha fijado los niveles admitidos de aflotoxinas en los alimentos
(los tenéis indicados en el artículo completo).
9ª. En los
países desarrollados, se realizan controles de aflotoxinas en los alimentos.
10ª. En los
países desarrollados, la intoxicación por aflotoxinas es muy poco frecuente,
Y ahora os preguntaréis, ¿Qué pasa con España?, pues en
España, la contaminación de alimentos por Aspergillus y Penicillium es poco
frecuente y las empresas de producción y
embazado de frutos secos y cereales, deben realizar los controles adecuados.
Entonces, ¿por qué os he contado este rollo?, pues por:
a. Para
que cuando oigáis hablar de las aflatoxinas,
sepáis que son unas toxinas, catalogadas por la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer), como
cancerígenos del Grupo I (está
suficientemente probado).
b. Si
tenéis frutos secos en casa, tenedlos en sitio fresco y poco húmedo. En zonas
costeras, calurosas y húmedas, no los guardéis más de unos pocos días, cuando
como decimos en nuestra tierra (Granada) “estén maníos” (húmedos, blandos), es
mejor desecharlos.
c. Limitad
la toma de frutos secos, especialmente en niños y personas que sufran hepatitis
B y/o C, aunque yo aconsejaría esta medida
para cualquiera que presente una enfermedad del hígado.
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